| Muy buenas, hoy vamos a exagerar, pero solo un poco. O casi nada: Fun Home. Una familia tragicómica, de Alison Bechdel, es una de las mejores novelas que hemos leído en el siglo XXI. Tiene además una característica particular: es una novela gráfica. Bueno, tiene otra: si le quitásemos los dibujos, funcionaría como una enorme obra literaria. Y otra más: si le quitásemos el texto, funcionaría como una gran obra plástica. ¿Entienden la exageración? También entenderán el éxito que ha tenido desde que se publicó en 2006. Y el bloqueo que ese éxito -adaptación musical en Broadway incluida (cinco premios Tony)- supuso para su autora. Por eso es una noticia que por fin haya cerrado el ciclo autobiográfico que abrió con Fun Home. Lo acaba de hacer con El secreto de la fuerza sobrehumana, publicado en español por Reservoir Books en traducción de Rocío de La Maya Retamar. Dado que es, ya lo hemos dicho, una de las grandes novelistas vivas -sin exagerar- nuestro corresponsal Iker Seisdedos se ha ido a pasar el día con ella a su cabaña de los bosques de Vermont (EE. UU.). Allí le habla de ese famoso bloqueo, de la infancia que reflejaba en Fun Home (su casa era una funeraria, su padre tenía un secreto y ella, otro), de su obsesión por el ejercicio físico y de cómo se le ocurrió el ahora célebre Test de Bechdel que "dibujó" en una de sus tiras para la serie Unas bollos de cuidado (ahora retraducido -perdiendo matices- como Unas lesbianas de cuidado). ¿Y qué es el Test de Bechdel? La propia autora lo cuenta en el vídeo que acompaña a la entrevista: una prueba para saber si una película promueve (lo pretenda o no, y suele ser que no) la igualdad de género o sigue aferrada a la hegemónica mirada masculina. El test pide tres condiciones: 1. En la película deben aparecer al menos dos mujeres. 2. En algún momento deben hablar entre ellas. 3. Esa conversación no debe versar sobre hombres. Piensen en la película que vieron anoche: ¿tenía la pauta vacunal completa? No se alarmen. La propia Bechdel le dice a nuestro redactor que fue una estupenda ocurrencia de una amiga suya y que ella que lo tiene presente, pero que no lo aplica a la hora de seleccionar el cine que ve: su película favorita es Atrapado en el tiempo y no lo pasa. Babelia le debía una portada a Alison Bechdel y la deuda está saldada. Hay otras que no son necesariamente babélicas. Van algunos ejemplos. Libros, discos, arte, deudas Lo que los vivos deben a los muertos. Es el hilo conductor de casi todos los libros, pero en especial de algunos, como el que César Aira dedica a sus lecturas (lo comenta Patricio Pron) o el que nuestra compañera Tereixa Constenla ha dedicado a su marido (lo comenta Sergio del Molino). Son dos de los grandes títulos de nuestras críticas de esta semana. También es el hilo conductor de muchos discos de esos que llaman "de tributo" (en la Edad Media se llamaban "de homenaje"). A esa mezcla de nostalgia, letra y música le dedica Xavi Sancho un análisis tan brillante como de costumbre. Y lo es de Imprenteros, la obra escrita y dirigida por Lorena Vega, que nos comenta Javier Vallejo. Su crítica ocupa nuestra sección de teatro y danza junto a la que Raquel Vidales dedica al triunfal tríptico coreográfico de Gabriela Carrizo y Franck Chartier The missing door, The lost room and The hidden floor. Finalmente, también lo es de las biografías, imposibles de escribir cabalmente sin los diarios y cartas de los escritores fallecidos. El tema es polémico porque hay quien -pensando en casos recientes como los de Juan Marsé, Rafael Chirbes o Jaime Salinas- considera su publicación una profanación de la intimidad. El biógrafo José Lázaro -que completa la sección de opinión junto a nuestros habituales Antonio Muñoz Molina y Manuel Rodríguez Rivero- piensa lo contrario y lo defiende en nuestra tribuna libre de esta semana: "El interés público de lo privado". Lo que el cine debe a la pintura (del siglo XIX). Eso nos lo cuenta Álex Vicente, que ha ido al Museo D'Orsay de París a ver la exposición que rastrea una deuda tan evidente como poco reconocida. Con la pintura y la escultura, pero también con algunos inventos decimonónicos: ¿no es cine antes del cine la ventana de un tren en movimiento? (Incluso una del tren a Extremadura: a veces se ve crecer la hierba, o sea, cine francés). Lo que la literatura de Samanta Schweblin debe a su abuelo. Lo cuenta la propia escritora argentina, autora de Distancia de rescate, en el maravilloso texto en el que recuerda que ese abuelo, Alfredo de Vincenzo -en cuyo taller de grabado se pasó la infancia y con el que corrió mil aventuras- habría cumplido un siglo este año. La redacción de Babelia también recomienda Un titular premonitorio. Esta semana recomendamos la entrevista que le hicimos para nuestra sección En Pocas Palabras a Cristina Peri Rossi en 2017. A la pregunta que suele cerrarla –"¿A quién le daría el próximo Premio Cervantes?"-, la escritora uruguaya respondió: "A Cristina Peri Rossi". Lo que España debe a los exiliados latinoamericanos no se paga ni con el Cervantes que le dieron a ella este miércoles, pero algo es algo. Visor prepara su poesía completa. Mientras llega, tal vez la mejor manera de entrar en el mundo de la nueva galardonada sea la antología La barca del tiempo, también en Visor. Erotismo sacralizado y desacralizado, humor, exilio… todo su mundo está en esas 200 páginas. En ellas pueden leerse estos dos versos transatlánticos: "Hablo la lengua de los conquistadores / pero digo lo opuesto de lo que ellos dicen". El poema, del libro Otra vez Eros, se titula 'Condición de mujer'. Esto es todo por hoy. Gracias por leernos. Más Babelia, todo Babelia, aquí. Si te han enviado este correo y te quieres suscribir a la newsletter, puedes hacerlo aquí. | 
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