Friday, October 1, 2021

El festival de San Sebastián acaba con una mala Concha de oro

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Viernes, 1 de octubre de 2021

Un mal palmarés político en San Sebastián, un soberbio Bond para despedir a Craig

Gregorio Belinchón

Un mal palmarés político en San Sebastián, un soberbio Bond para despedir a Craig

Es un clásico del festival de San Sebastián: sus jurados, obviamente independientes de la organización, le pegan un tiro en el pie al certamen. Llevo yendo al festival desde que estaba en la universidad, hace tres décadas, como fan primero y como periodista después. Y he visto a Adolfo Aristarain insultar a Zhang Yimou, que presidió un jurado; he visto pateadas y decisiones delirantes. Antes, el palmarés se anunciaba en una rueda de prensa matinal, que acabó eliminándose ante el tono bronco (y la verdad, muchas veces merecido) con que se recibía la lectura de galardones. ¿Ejemplos? ¿Quién se acuerda de la alemana Schussangst, que ganó el año en que Memories of Murder, de Bong Joon-ho, se llevó mejor dirección? ¿Quién se acuerda de El viento se llevó lo que, Taxi para tres, Pelo malo, La caja de Pandora? Si el año pasado Beginning sí pareció una película a altura de la Concha de oro (venía con sello Cannes y estaba claro que si hubiera ido al certamen francés no se habría ido de vacío), lo de este año, la rumana Blue Moon, entrará en el saco de los despropósitos...

Un mal palmarés político en San Sebastián, un soberbio Bond para despedir a Craig

Pero además, el palmarés fue un palmarés político. Me parece lícito. El jurado envía un mensaje a la sociedad. La Berlinale es experta en esto: premian a directores perseguidos: Taxi Teherán, del iraní Jafar Panahi, ganó el año de El club, de Pablo Larraín. Fue política, no cine. La vida de los demás, del también iraní Mohammad Rasoulof, ganó en la edición de Nunca, casi nunca, a veces, siempre, de Eliza Hittman, y de First Cow, de Kelly Reichardt. Política, no cine. Y si haces eso, hay que hacerlo con premios irreprochables, porque si no, se vuelve en contra.

El pasado festival de Venecia, cuando acabó la ceremonia de clausura, Chloé Zhao y Bong Joon-ho se acercaron a la ganadora, la francesa Audrey Diwan con su película El acontecimiento, y le explicaron que no miraron si el director es hombre o mujer hasta que acabaron la deliberación. Diwan formaba parte del jurado de este San Sebastián, y está claro que en su caso no fue así. Insisto: absolutamente lícito. El cine es una industria machista, hay que seguir insistiendo en ese hecho para cambiarlo. Sin embargo, en San Sebastián había 16 películas a concurso, siete dirigidas por mujeres, y el jurado, presidido por Dea Kulumbegashvili, la directora de Beginning, eligió a la peor de ellas. Tenían tres buenas posibilidades: la francesa Earwig, de Lucile Hadzihalilovic, la directora de Évolution e Innocence (le dieron Premio Especial del Jurado); la danesa As in Heaven, de Tea Lindeburg (le dieron dirección y en una extraña decisión, ex aequo mejor interpretación a su protagonista, que lo compartió con Jessica Chastain), y Distancia de rescate, de Claudia Llosa. Otra extraña decisión fue el premio a mejor secundario para el elenco de Quién lo impide, de Jonás Trueba, que no dejan de ser adolescentes que hacen de sí mismos. Y se olvidaron de la mejor película del concurso: Arthur Rambo, de Laurent Cantet. En su contra ha ido que su narrativa sea tradicional. Si hubiera ganado Earwig -cercana en su atmósfera a Beginning- y el premio especial del jurado hubiera recaído en Quién lo impide, habría sido un gran palmarés. Pero...

¿Qué debe premiar un festival de cine? Arte. Porque otro ataque al palmarés se ha centrado en que la rumana Blue Moon no tendrá recorrido comercial. ¿Y? Tampoco lo tuvo Beginning, cierto, pero es una película importante, y un festival sirve para descubrir nuevos autores, para olfatear nuevas tendencias y para resaltar los mejores títulos de su sección oficial. Un festival es industria por los contactos que se realizan y por los apartados en los que se impulsa la producción, y es arte en sus principales secciones. Por cierto, en San Sebastián pregunté a varios creadores internacionales sobre el futuro del cine como arte, entre ellos los últimos cuatro ganadores del cuarteto de grandes festivales de categoría A (San Sebastián, Berlín, Cannes y Venecia). Aquí están sus respuestas.

Un mal palmarés político en San Sebastián, un soberbio Bond para despedir a Craig

Adiós al James Bond de Craig

Sin tiempo para morir significa el adiós de Daniel Craig a James Bond en su quinta película de la saga. Cary Joji Fukunaga ha estado inmenso. Ha hecho que su personaje enlace con Casino Royale, y que el espíritu de su película se acerque al de 007: al servicio secreto de su majestad. "Hay algo muy interesante en las películas de James Bond, y es cómo reflejan la época en que se hicieron. Cuando Daniel entró en la saga, trajo una humanidad que lo alejó de manera tremenda del personaje que interpretó Pierce Brosnan. Yo no lo he cambiado mucho, porque ya viene tocado emocionalmente de las películas precedentes, vive retirado del servicio activo. Pero el mundo sí que ha seguido avanzando y la película reflexiona sobre su lugar en este nuevo mundo", contaba el lunes el director. En su película hace dialogar el pasado con el presente, como bien apunta en su crítica Elsa Fernández-Santos. Y a pesar del segundo villano del filme, encarnado por un actor malo y sin carisma, Rami Malek, y de lo alargado que está el tramo final, el equipo creativo ha hecho un enorme trabajo, empezando por el libreto, obra de Fukunaga, del par de guionistas habituales (Neal Purvis y Robert Wade) y de una poderosa escritora, Phoebe Waller-Bridge. Bebiendo de las mencionadas Casino Royale y 007 al servicio de su Majestad, (como no deja de remarcar la música: varias veces se entona el segundo tema de aquella película, el famoso We Have All The Time In The World, cantado por Louis Armstrong), entronca con toda la mitología Bond. Sin tiempo para morir no deja de ser una concatenación de adioses. El que venga, que construya desde cero. Porque al final un cartel proclama "James Bond will return". Por cierto, que tras varios días de trabajo, aquí están ordenadas las 26 películas de Bond ordenadas de peor a mejor. Es un divertimento que os propongo que también hagáis lo mismo: cada lista es un mundo. Pero tratad bien a Timothy Dalton.

Otra preocupación que se escuchaba en el festival de San Sebastián concernía al futuro de las salas de cine. Los cuatro días de #yovoyalcine han demostrado que a la gente le gusta ir al cine, desde luego, aunque el hábito se ha perdido. O el miedo atenaza. En esos cuatro días han ido 965.000 espectadores, muy buen resultado, pero lejos de las Fiestas del cine otoñales de tres días, que llegaban a los dos millones. Llegan mogollón de títulos de Hollywood y de calidad de la distribución independiente, va a haber mucho producto, pero... ¿volverán los espectadores? Si las salas siguen como hasta ahora, con fines de semana con menos de 600.000 entradas vendidas, en Navidades habrá cierres.

Un mal palmarés político en San Sebastián, un soberbio Bond para despedir a Craig

Recordando al fallecido Antonio Gasset, gran divulgador de cine, y tras ver cómo Scarlett Johansson y Disney han firmado la paz en un acuerdo extrajudicial del que no se sabe cuánto dinero supone, pasamos a los estrenos. Antes, dos recomendaciones: el libro El poder del perro, de Thomas Savage, del que Jane Campion ha realizado una estupenda adaptación, y la serie Misa de medianoche, con la que Mike Flanagan confirma su talento para el terror.

Estrenos de la semana

Aquí vamos con dos lanzamientos.

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BENEDETTA. Paul Verhoeven

Javier Ocaña escribe sobre la última película de Verhoeven: "El medievalismo y su sangre, sus hogueras de destrucción, aún pueden pervivir en una sociedad como la actual, donde además concurre una peste desgraciadamente semejante a la de la película, que acaba con las vidas por contagio mientras la autoridad se lava las manos y la masa del pueblo se alía con quien más conviene a cada momento. Por supuesto que en Benedetta hay depravación, sacrilegio y provocación. Pero también deseo, pasión y amor, siempre sobre la base del éxtasis del cuerpo. Y Verhoeven, especialista en el erotismo del fornicio, con la mirada que se le presupone al autor de Instinto básico y Showgirls, lo representa alejándose del realismo en actitudes y hasta en físicos. Virginie Efira, con un imponente trabajo interpretativo, muy exigente en todos los aspectos, aparece con pinta contemporánea para desafiar al poder del pasado y quizá también al del presente".

MEDITERRÁNEO. Marcel Barrera

Ocaña apunta: "Que una historia tan grande como la que cuenta Mediterráneo —la génesis de la ONG Open Arms, tan presente en el activismo social del último lustro, junto a los inicios de la crisis migratoria de 2015 en Europa, con la isla griega de Lesbos como centro de la tragedia—, acabe haciéndose fuerte en un tablero mucho más reducido, el de sus pequeñas historias de conquista del territorio personal, no deja de ser una virtud. Dominar el mundo a partir del individuo; lograr la justicia desde el gesto concreto del ser humano; y la emoción, desde la lucha con uno mismo y el encuentro con su lugar en la existencia".

Un abrazo a todos. Para cualquier consulta, en Twitter soy @gbelinchon

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