Y preguntar se convirtió en género literario Por Javier Rodríguez Marcos Todo lo que usted quiere saber sobre su novelista de cabecera ya se atrevió a preguntárselo The Paris Review. Esta es la historia de unos ociosos veinteañeros estadounidenses afincados en París que, hartos de la intensidad y politización de las revistas literarias del momento, decidieron montar la suya- Como no tenían dinero para pagar grandes colaboradores, decidieron tenerlos por la vía gratuita: entrevistándolos. Todo empezó en 1953 con E. M. Forster. 500 entrevistas y 234 números después, la fórmula es todo un género literario. El mito surgió pronto: en 1958 se publicó la primera antología de conversaciones con escritores sacada de The Paris Review. En castellano había ya varias (en Kairós, El Ateneo o El Aleph), pero este miércoles Acantilado publica la más amplia de todas: casi 3.000 páginas (en dos tomos) con 100 entrevistas a, entre otros, William Faulkner, Elizabeth Bishop, Boris Pasternak, L. F. Céline, Jorge Luis Borges, Raymond Carver, Milan Kundera, Marguerite Yourcenar, Margaret Atwood y Javier Marías. En la portada de Babelia, nuestra compañera Andrea Aguilar -que en 2015 publicó en la famosa revista una entrevista a Lydia Davis- comenta los dos volúmenes, habla con los directores de la publicación y explica el método de trabajo que sigue una cabecera con un estilo y unos protocolos muy marcados. Una pista: las sesiones de conversación duran un mínimo de tres horas, se repiten con meses de intervalo y la corrección del texto puede durar más de un año. Todo lo que nosotros ahorramos, lo paga el planeta. Como "un clásico instantáneo". Así califica César Rendueles el nuevo libro del ensayista sueco Andreas Malm, Capitalismo fósil. El auge del vapor y las raíces del calentamiento global, publicado por la editorial Capitán Swing. A lo largo de 600 páginas, Malm analiza, entre otras muchas cosas, por qué se pasó de utilizar fuentes tradicionales de energía -como los molinos de agua- al motor de carbón: porque era más fácil de controlar, es decir, de transformar en monopolio. Rendueles comenta ese libro y otro de Andreas Malm publicado por Errata naturae -El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social- junto a dos más firmados por Jason W. Moore -El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital (Traficantes de Sueños)- y por Jaime Vindel -Estética fósil. Imaginarios de la energía y crisis ecosocial (Arcadia). Como decía el clásico: leer antes de quemar. Todo lo que le cuesta a un ciudadano negro llegar a la Casa Blanca lo cuenta Obama en sus memorias. Las ha publicado Debate en español y las comenta en Babelia Lluís Bassets, que afirma que el expresidente estadounidense tiene un especial talento narrativo. Es decir, que el libro lo ha escrito él y no un subcontratado. Una tierra prometida tiene más de 1.000 páginas pero es solo la primera entrega. En ella, no obstante, se recuerda el momento más comprometido de la presidencia de Obama -tomar la decisión de matar a Bin Laden- y alguno de los más emotivos. Bassets lo cuenta así: "Obama es el primer ciudadano de color que se aloja como presidente y no como subordinado en la primera mansión del país, construida y servida en sus orígenes por esclavos negros. La Casa Blanca es también protagonista de esta narración. El edificio, su historia, los colaboradores del presidente, el personal subalterno que la hace funcionar, negros, asiáticos e hispanos en su mayoría, reciben una especial atención de un memorialista consciente y detallista respecto al significado de todo lo que le concierne. 'Aquellos que ocupaban el despacho del presidente se sentían más cómodos cuando en su intimidad les servían personas a las que no consideraban sus iguales y que por lo tanto no podían juzgarlos'. Uno de ellos le dice a Obama: 'No sabe lo que significa realmente para nosotros, señor presidente, tenerle a usted aquí. No tiene ni idea". Es nuestro libro de la semana, pero hay más:La noche interrumpida, de Rebecca West, (comentado por José María Guelbenzu); Dicen los síntomas, de Bárbara Blasco (el premio Tusquets comentado por Ana Rodríguez Fischer); La flor, de Mary Karr (leído por Laura Fernández) y Kala Goda. Poemas de Bombay, de Arun Kolatkar (del que se ocupa el crítico y poeta Jesús Aguado). Todo el arte sin etiquetas, toda la arquitectura sin arquitectos. De lo primero trata el comentario que Javier Montes hace de la exposición que puede verse estos meses en el IVAM de Valencia: Des/Orden moral, comisariada por Juan Vicente Aliaga -pionero de lo antinormativo- y dedicada a las relaciones entre arte y sexualidad -binaria, no binaria- en la Europa de entreguerras. Según Montes, hay obras en esa muestra que en otro museo más puritano ya habrían sido censuradas. Crucemos los dedos. Lo segundo, lo arquitectónico corre a cargo de Anatxu Zabalbeascoa, que aprovecha la reedición del libro Arquitectura sin arquitectos para tomar el pulso a la vigencia de su reivindicación de la construcción vernácula, popular y anónima. Justo la que raramente entra en los tratados de historia porque no son ni catedrales ni palacios. Algo así, recuerda Zabalbeascoa citando a Bernard Rudofsky, como si en las historias de la música no se recogieran más que las sinfonías. Todo lo que usted odia, lo adora Gaspar Noé. El director francés de origen argentino estrenó ayer Lux Æterna, un "híbrido muy contemporáneo entre película de autor y publicidad de lujo en forma de sátira feroz de la industria cinematográfica". Las comillas son de Álex Vicente que ha hablado con él sobre su actitud provocadora -adora las malas críticas, como Oscar Wilde-, sobre sus referencias -Pasolini, Buñuel, Eloy de la Iglesia- y sobre eso que hoy, pese a todo, en la pantalla que sea, seguimos llamando cine. Estas comillas son ya de Noé: "Hay tantas imágenes que hoy la gente se toma menos en serio el cine, y eso me parece una virtud. Antes se consideraba un arte muy serio, frente a la televisión, un arte popular. Hoy todo forma parte de lo mismo: cine, series, publicidad, documental… Todo se mezcla y se consume en la misma pantalla. El culto casi religioso al cine ya ha desaparecido. Solo queda algún festejo anual, como el Festival de Cannes, que es el Vaticano de los cinéfilos. Y este año no se celebró…". Haciendo amigos. Después de Noé, el diluvio. Todos los premios, dos opiniones. La semana pasada Francisco Brines obtuvo el Premio Cervantes y esta Antonio Muñoz Molina le dedica su crónica semanal. Una lectura del autor de Ensayo de una despedida a partir del ejemplar de sus obras completas hallado en una biblioteca pública de Madrid. Por su parte, Enrique Andrés Ruiz escribe sobre la escritora portuguesa Lídia Jorge, que hoy recibe el premio FIL de lenguas romances en la apertura virtual de la feria mexicana, la más importante del mundo en español. No podrá acudir a Guadalajara, pero su obra ya ha atravesado el Atlántico. Ahora solo falta que la descubramos a este lado de la frontera. Y que la entrevisten en The Paris Review. |
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