Mil revoluciones por minuto Por Javier Rodríguez Marcos Revolución en el teatro. "En el confinamiento de primavera, Laia Torrents y Roger Aixut tuvieron una iluminación haciendo la compra en el supermercado: 'Si todos los teatros están cerrados y este es el único espacio de socialización que nos queda, traigamos aquí el teatro'. Fundadores de CaboSanRoque, una compañía barcelonesa que define su trabajo como 'dramaturgia expandida, es decir, que se desarrolla más allá de los lenguajes y escenarios convencionales', Torrents y Aixut se resistían a la parálisis y no paraban de darle vueltas a la cabeza buscando un lugar donde encontrarse con el público. La mayoría de los artistas lo hallaron en Internet a través del streaming o la videoconferencia, pero ellos se fijaron en el supermercado. 'De pronto, nos dimos cuenta de que las mascarillas nos habían convertido a todos en sospechosos y que eso era un punto de partida interesante para un thriller. Así que ideamos una ficción de suspense en la que el protagonista es el propio espectador, que va recibiendo instrucciones por medio de una audioguía mientras hace la compra". Así arranca el reportaje en el que Raquel Vidales no cuenta el boom de la experimentación que vive el teatro. Si antes de la pandemia los nuevos formatos (no solo digitales, también teatro inmersivo y documental, paseos al aire libre y obras personalizadas) eran minoritarios, ahora han estallado y ocupan las programaciones de los principales teatros y festivales (Temporada Alta en Girona, FIT de Cádiz, Festival de Otoño de Madrid). Es una forma de hacer de la necesidad virtud, pero es una revolución que ha venido para quedarse. Revolución en la literatura. O si no en la literatura, revolución en Ávila, seamos modestos. Allí vive Eduardo Scala, un artista y poeta inclasificable que expone sus caligramas en la Galería Guillermo de Osma y publica en Libros de la resistencia Re/tratos, una recopilación de proyectos basados en juegos lingüísticos, palíndromos y anagramas. Hemos estado con él en su estudio y nos ha hablado de sus tiempos de ajedrecista, de su partida con John Cage, del día en que quemó su obra literaria y de su interés por la mística. Desde hace ocho años -8 es su número clave- vive retirado como un benedictino. Pura revolución. Revolución en la maternidad. De eso va la nueva novela de Guadalupe Nettel, La hija única (Anagrama), que pone en solfa todos los tópicos sobre la maternidad, la abre al mundo, la libera de la presión social y la sitúa en "espacios solidarios": cuando una madre cae exhausta, otra acude a recogerla. Es nuestro libro de la semana y lo comenta Anna Caballé. Por su parte, Marta Sanz se ocupa de los cuentos y poemas de Mónica Ojeda y Carlos Pardo, del libro en el que Daniel Guebel escribe sobre su relación con su padre. Entretanto, Mercedes Cebrián lee una nueva biografía dedicada a Bécquer, revolucionaria a su modo porque pinta a un poeta alejado del cliché romántico y atado de por vida a las oscuras golondrinas. Hasta ahora. Revolución en la música. El revolucionario se llama, cómo no, Bad Bunny, al que retrata para la ocasión el cronista cubano Carlos Manuel Álvarez, que sostiene que el músico puertorriqueño "ejerce su liderazgo sin pontificar, lo asume, lo alimenta, parece encontrar ahí el contrapeso para la fatiga solipsista". 2020, el peor año del mundo para mucha gente será su gran año. Haciendo lo que quiere, arrastrando la erre cuando canta y sorteando la esclerosis que por momentos parece amenazar al reguetón. Revolución en la revolución. Juan Carlos Méndez Guédez, escritor venezolano, escribe sobre el contraste entre el gran momento que vive la literatura de su país y la perversión del lenguaje llevada a cabo por sus gobernantes. Para ello recuerda la advertencia que hizo Eugenio Montejo mucho antes de que apareciera Hugo Chávez en nuestras vidas: "El lenguaje en Venezuela se está deteriorando: estamos a las puertas de una gran catástrofe". Así son los poetas, visionarios, revolucionarios. |
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